Las flores que crecen en el taller de Beruta no pretenden ser como mandan los cánones. No buscan parecerse a los lirios, amapolas o gladiolos.
Solo quieren ser ellas mismas.
A las de su especie no les gusta mojarse -el agua para los peces, dicen- tampoco están muy cómodas en tierra y, por supuesto, no quieren ser cortadas.
Puede que hayan tenido que renunciar al aroma a cambio de la inmortalidad, pero confían en contagiarse del olor de los lugares que habitan.
Las distintas variedades que han florecido este verano tienen extraños nombres y colores variados, algunos vibrantes y otros más sobrios.
Si queréis verlas, están todas en la tienda.